Desierto del Toro: Una banda de Rock llamada Queensrÿche

Durante esa oscura década para la música y para muchas formas de expresión artística que fueron los noventas, me refiero sobretodo a ese macroproducto del medio musical en el que para variar, el Rock salio a dar la cara y a dar un poco de dignidad con una que otra banda que aunque utilizando más o menos el esquema ese de los grandes escenarios con luces y aerosol en el cabello mostraban algo muy distinto a sus colegas incluso compartiendo el mismo concierto, una bandita de Seattle en particular mostró otra cara a la creatividad y a lo intelectual de el genero y la época, parecía incluso no ser de el país de las líneas y las estrellas, ni se parecían a las predominantes cabezas huecas que lo único que buscaban era el alcohol, groupies y precisamente esas líneas y estrellas de los after-parties, de una forma muy personal vi en esta banda una gran influencia tanto musical como ideológica, atraído a ella gracias a que una balada muy bonita cautivo a mi padre y lo llevó hasta la tienda de discos cerca del Sports Arena de San Diego Ca.

Después de haber pasado una infancia entre la colección de discos y los batacazos tras el escenario de ese gran hombre llegó mi adolescencia y de la mano llegaron esos dos discos del buen Queensrÿche “Operation: Mindcrime” y “Empire”

Un tiempecito después de que ya me había empapado de discografía con que cargaban hasta ese momento, una tarde de 1993 mientras padecía de una gripe que me tenía encamado recibo la llamada de Don Daniel diciéndome – se presentan hoy en San Diego! Como olvidarlo, que me visto y me lanzo a la revu a alcanzarlo, ya del otro lado sin boletos y ya con el repertorio de los teloneros fragmentado llegamos, el buen hombre le compró un par de boletos a un esquelético gabacho y en unos momentos ya dentro de ese mar de gente y cortina de suave humo aromático me dije, creo ya se lo que me apasiona y que quiero hacer durante mi vida; De manera parcial lo he cumplido y justo cuando creo que esa lucha está perdida me acuerdo de estos señores del Rock y entre otros ideales, me despierto de la pesadilla de la resignación y recuerdo que lo más importante no es la fama, los placeres vagos y la aparente aceptación de las masas, lo más importante es hacer lo que te gusta, ser feliz y proyectar tus ideas de la forma más sincera posible.

Estos roqueros no son los más conocidos en la escena del Rock popular pero si que son una institución en cuanto a la esencia del rock se refiere, son guerreros, han pasado por todo y aún construyen su nación mundial de seguidores de la que soy ciudadano, actualmente rinden una especie de tributo a aquellos hombres que sabiendo o no sabiendo para quien y contra quien pelean realmente dejan a sus familias, se visten camuflaje y son aventados al sacrificio de humanos que por mucho tiempo ha imperado en la humanidad, la guerra, esa que la mayoría no quiere pero por berrinche y las pelotas de unos cuantos nunca se ha dejado de pelear, sin importar por que, en base a que y para que, siempre hemos tenido una y ahora en este nuevo siglo con toda una industria especializada en ella parecen las cosas no cambiaran.

Queensrÿche con su último disco American Soldier hace una reflexión desde el punto de vista humano de este fenómeno que nos arrebata individuos y nos entrega soldados.
El disco es garra pura y me hace valorar el gusto que me despertaron por este género.

Los mejores años en cuanto a creatividad se refiere parecían haber terminado para esta banda y fue este disco el que me hizo recapacitar en esa idea y volver a esos tamborazos, riffs de guitarra y politiqueros temas que tanto me gustaban en mi adolescencia. Por eso escribí estas líneas en honor a ellos, en honor a esas rolitas y a alguna de sus letras que parecen definir estos tiempos negros que parece no vimos venir.